miércoles, 10 de febrero de 2016

¿Reforma o resurrección política?

Analizando los ejercicios electorales que hemos realizado desde los acuerdos de paz podemos llegar a algunas conclusiones sencillas que nos servirán como punto de partida para iniciar un debate que no pretende imponer ideas, simplemente evaluar nuevos caminos que nos lleven a un sistema electoral más justo y con una mayor visión de largo plazo.
  1. Vivimos un bipartidismo político que polariza la sociedad en todos los ámbitos posibles. Sería ingenuo hablar de corrientes ideológicas de izquierda y derecha cuando la frontera entre ellas, en nuestro país, se borra a conveniencia. Una derecha capitalista que regula e interviene para favorecer a los financistas de campaña y una izquierda socialista amante del capitalismo de estado.
  2. La calidad de los políticos en general es simplemente deficiente. Han convertido la posibilidad de servir en una de las profesiones más desprestigiadas del país.
  3. Un sistema electoral que apuesta todo al ganador y anula por completo la voluntad de la minoría, no importando que la “minoría” represente al 49% de la población.
  4. Un sistema electoral que regula todo, menos que las promesas electorales cumplan con criterios de conveniencia, sostenibilidad y financiamiento.
Así las cosas, nuestra realidad se resume a una alternancia en el abuso de los poderes del estado, haciendo del clientelismo político el principio y fin de las políticas públicas, con funcionarios sin formación ni valores, que no arriesgan nada por las decisiones de utilizar al país como un juguete de moda, con un sistema mal llamado “democrático” que anula por completo la voluntad de gran parte de la población.
Con todos estos síntomas, parece difícil creer que podamos emprender el camino de la recuperación, tenemos más que una sociedad enferma, una sociedad acomodada: nos resignamos a aceptar los niveles de delincuencia, la ausencia de crecimiento económico y los niveles galopantes de corrupción. La solución no está en ¿Quién ejerce el poder? Está en limitar ese uso del poder y corregir de manera gradual todas las imperfecciones que adolece nuestro sistema.
¿Reforma o resurrección? La resurrección implica levantarse de la muerte, la muerte de un sistema obsoleto que no hace más que perpetuar la pobreza y los resentimientos de clases. Los consejos plurales municipales son el primer paso a dar, que debería abrir el camino para llevar la experiencia a la conducción del ejecutivo, así el 51% que resulte ganador en un evento electoral, verá reflejada su cuota de poder en la administración del ejecutivo, pero el 49% restante, también tendrá el derecho a participar por medio de la repartición de las carteras de estado o ministerios.
Siendo el dinero que usa el estado de todos, la asignación presupuestaria no debe quedar de manera arbitraria en manos de los partidos políticos, en la misma papeleta electoral adonde decidimos la conducción de los poderes del estado, podríamos asignar una escala para dar a cada ministerio una parte del presupuesto, según lo que las prioridades de los electores determinen de manera porcentual, así podríamos decidir en un mismo día, quien va a conducir la seguridad del país, el sistema educativo y de salud así como los recursos con los que contarán para llevar a cabo sus planes. Un gobierno plural, con un presidente de la república del partido “X”, con un ministro de educación del partido “Y”, y un ministro de economía del partido “Z”
Esto obviamente obligaría a buscar consensos para lograr una armonía en la conducción del país, evitaría que los ganadores abusen y exploten a la minoría,  anularía el papel cómodo de la oposición de limitarse a criticar y le pondría un candado a la compra de voluntades para la asignación del presupuesto.
Hasta ahí la parte más sencilla de digerir, no de ejecutar, hago énfasis en que solo pretendo dar algunas luces sobre mi visión de un sistema electoral mas justo, habría que detenerse a diseñar la mejor manera de llevar a cabo las propuestas. Ahora, hablando siempre de lo que es justo, considero que no es posible someternos a la voluntad de políticos irresponsables que para llegar al poder comprometen el sistema económico y  productivo ofreciendo favores, subsidios que no van a sacar de la pobreza a nuestra gente.
¿Cómo quitarle ese poder a los políticos? Implementando una democracia ponderada.  En el sistema actual, el voto de un indigente vale lo mismo que el de un profesional, que aporta conocimiento a la sociedad y que el de un empresario, que aporta los impuestos para financiar al estado. Este punto es delicado, no se trata de anular como personas a los menos preparados, no estamos hablando de dignidad, hablamos de que la toma de decisiones este ponderada según algunos criterios que para mi deberían centrarse en tres fundamentales: el nivel educativo, el nivel de tributación y la generación de empleos. Así, el valor de mi voto estará determinado por los tres criterios mencionados anteriormente. Esto fomentaría en primer lugar, la escolarización, la formación técnica, la capacitación. También ayudaría a combatir la evasión fiscal, que es un delito, pero también los recursos legales que permiten a empresas declarar pérdidas para pagar menos impuestos. Se combate el desempleo premiando a aquellos que ofrezcan mas puestos de trabajo.
Antes de pensar que lo propuesto es una tremenda injusticia quiero que reflexionemos en la toma de decisiones que se lleva a cabo en las familias, que son la base de la sociedad. Padres e hijos tienen igualdad de derechos, pero ¿qué pasaría si dejáramos a los hijos escoger su futuro? Posiblemente no asistirían a la escuela, dieran prioridad a la compra de juguetes y diversión en el presupuesto familiar. Los hijos son responsabilidad de los padres hasta que estos son capaces de tomar sus propias decisiones. De la misma manera pasa en la sociedad, no podemos depender ni comprometer el futuro por aquellos que venden su voto con la esperanza de una ayuda que, viniendo del gobierno, ni es desinteresada, ni sostenible en el tiempo.
No estoy en contra de la solidaridad, de ayudar a los necesitados, pero me no puedo creer en falsos profetas que ofrecen ayudar con el dinero ajeno, además, si los pobres son el camino al poder ¿Cómo van a querer erradicar la pobreza? Los subsidios deberían de ser ayudas eventuales, mientras la persona encuentra nuevamente la forma de ganarse la vida, y para aquellos que definitivamente no puedan, la caridad voluntaria y privada debería ocuparse de ellos.
Los periodos electorales deberían de regularse, consolidando eventos y alargando su vigencia, así lograríamos un ahorro sustancial en el presupuesto, pero más que eso, lograríamos estabilidad, dedicaríamos más tiempo a ejecutar y evaluar qua a vivir en campañas electorales que solo benefician a los medios de comunicación. Soy enemigo de las regulaciones, pero las campañas electorales, por el poder que tienen, deberían fiscalizarse, conocerse a detalle de donde sale cada centavo invertido, definir montos de inversión, así, los partidos se concentrarían en la calidad de sus mensajes, no en establecerse como marcas en las mentes de los electores.
Se que es difícil, pero tenemos que saber que todo lo bueno cuesta y que, entre más nos tardemos en tomar decisiones, más poder concentraran los políticos, sometiéndonos a su chantaje. No soy más que un ciudadano cansado de ver como la corrupción transforma a mediocres oportunistas en millonarios con discursos socialistas y a capitalistas en caudillos populistas. Un mejor país es posible.
28 octubre 2014